Por Qué Hay Personas Que Viven en el Pasado

El tiempo presente, tan fugitivo y difícil de atrapar, se nos escapa constantemente. O vivimos siempre pensando en el mañana, exagerando dentro de nuestra mente las posibilidades positivas y negativas del futuro, o vivimos en el ayer, pensando que el pasado era mejor o sin superar una etapa.

¿Por qué vivimos en el pasado? Simplemente es más fácil para nuestra mente vivir en un mundo donde ya las cosas han sucedido, que vivir en el presente, donde la mayoría de las cosas son impredecibles y debemos improvisar a la medida que suceden.

La verdad es que no es tarea fácil vivir realmente en el presente, porque cada segundo que pasa se convierte en pasado y nuestro hábito mental es pensar en lo que ha acontecido o lo que puede acontecer, más no lo que acontece.

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¿Por qué vivimos en el pasado?

Ya sea porque el pasado aguarda todas las cosas que creemos querer y atesorar genuinamente, atribuyéndole un idealismo o romanticismo un poco desbalanceado, o ya sea porque hemos vivido un acontecimiento que nos han marcado a un punto, en el que no podemos dejar de pensar sobre cómo influye constantemente sobre nuestra vida.

Exploramos ambos tipos de vivencias del pasado, recordándonos sin embargo de cuáles son los aspectos positivos de evaluarlo con una actitud retrospectiva con el fin de tomar enseñanzas, pués si no aprendemos de nuestras propias experiencias entonces ralentizamos enormemente nuestro desarrollo como seres humanos.

También ha de tomarse en especial cuenta el concepto del presente fugitivo hablado por múltiples enseñanzas alrededor del planeta. Entrar en contacto progresivamente con este presente que se nos escapa es una de las metas más importantes de enseñanzas budistas, religiosas y psicoterapéuticas.

Aunque se debe aclarar que no es una cosa de la noche a la mañana, sino una práctica habitual y disciplinada.

Saber cómo vivir mejor el presente nos ayudará a separarnos más del pasado y del futuro. El pasado a veces lo llevamos como un ancla que nos pesa mucho, mientras que todo lo que realizamos lo andamos pensando siempre a futuro, en vez de en tiempo presente.

La trampa de la nostalgia del pasado.

La nostalgia se trata de una perspectiva sentimental respecto al pasado, donde se añora melancólicamente uno o más períodos de la vida, recordándola como una época de felicidad y calidez, posiblemente acompañada de personas que ya no se encuentran en la vida actual.

Interesantemente, los sentimientos y pensamientos nostálgicos pueden ser incitados a través del olor o el tacto, al ser estos estímulos que se procesan primariamente por la amígdala, que se conoce como el receptor emocional del cerebro.

Otros estímulos que pueden incitar nostalgia son la música y el clima, como son los días lluviosos, también acompañados del olor de la grama mojada.

Un concepto similar, encontrado exclusivamente en los idiomas del portugués y el gallego, es el de saudade, que se define como un estado profundamente emocional de nostalgia o añoro melancólico por la ausencia de algo o alguien por el cual se tiene cariño, al mismo tiempo que paradójicamente se sienten emociones positivas por lo que alberga el futuro.

Se trata de la recolección de sentimientos, experiencias, lugares o eventos que alguna vez trajeron emoción, placer y bienestar, lo cual ahora es recordado con cierto dolor.

Pero junto a este dolor, en este estado la persona reconoce también que el añoro del pasado sólo servirá para olvidarnos del futuro y no vivirlo a plenitud, por lo que el saudade se trata de una combinación emocional agridulce.

También podemos encontrar otro término con cierto parecido a la nostalgia en el idioma alemán, denominado sehnsucht, que se define como pensamientos y sentimientos sobre todas las facetas de la vida que están sin terminar o incompletas, junto con el deseo de vivir experiencias ideales diferentes de aquellas.

Este triángulo de conceptos culturales entre nostalgia, saudade y sehnsucht nos pueden ayudar a entender muchas cosas.

Entre ellas, que el añoro por las experiencias del cálido pasado es algo completamente natural en el hombre, al presentarse en más de una civilización y perdurar a través del tiempo en el lenguaje de cada pueblo, separadamente en distintos puntos del mundo, pero compartiendo mucho de la naturaleza emocional melancólica y agridulce que es abarcada por estas tres palabras.

Esto nos dice que es humano tener nostalgia, que es humano vivir en el pasado, hasta cierto punto al menos. Pero también nos dice que, si volvemos a leer sus definiciones, que junto con el añoro nostálgico prevalece un sentimiento de idealidad acerca del futuro.

Queremos un futuro que asemeje los mejores momentos del pasado, o que sea mejor que él.

El valor del pasado. Lo que debemos aprender de él.

Si vivimos mucho de nuestro presente en el pasado, debemos tomar este idealismo por el futuro, estas experiencias que hemos vivido, como propulsión para una vida mejor, llena de toda esa emoción y placer que extrañamos. 

Algunos estudios han demostrado que una sensación nostálgica positiva puede llegar a correlacionarse con el sentido de vida de la persona, al ofrecer una oportunidad para re-evaluar su vida y determinar cuáles han sido esos elementos, personas y situaciones que mayor satisfacción, placer y sabiduría le han dado.

Para ello, es importante notar que también la nostalgia puede ser una suerte de trampa o engaño que producimos nosotros mismos, en una gradiente de inconsciente y consciente.

La perspectiva nostálgica que tenemos sobre años anteriores está influenciada gravemente por nuestras emociones, y esto en conjunto con la imperfecta memoria humana, puede hacernos ver solamente lo bueno del pasado, omitiendo todo lo que podría percibirse como negativo.

Es por esto que aunque sea beneficioso reconocer el valor motivador de la nostalgia, se debe estar muy consciente de que las facultades emocionales y de memoria (mnémicas) de un ser humano siempre lo harán ver con muchísima borrosidad y nebulosidad todo su pasado.

Tanto el individual como el colectivo, como puede ser el recordar las condiciones en que se vivía antes en un país, lo cual trae la familiar aserción de personas, generalmente de tercera edad, que afirman que antes se vivía mejor que en la actualidad.

Los sucesos que no podemos superar.

En otros casos, nuestro enlace con el pasado es formado a partir de uno o más sucesos específicos en nuestra vida que nos han marcado de tal forma que son recordados con mucha regularidad.

Estos sucesos pueden variar en intensidad e impacto de menor a mayor grado, tratándose de una eventualidad común a cualquier persona o de un evento particular por el que no pasan muchos. Para el segundo caso, un tratamiento psicoterapéutico de calidad siempre será la herramienta indispensable.

Sin embargo, no se puede subestimar la constante rememoración emocional que podemos sufrir a partir de un suceso común como el terminar una relación, o la rememoración nostálgica de los días en que nos encontrábamos dentro de esa relación, siendo afectados constantemente con el contraste de vivir con pareja y el ahora donde podemos estar viviendo en solitario.

Esta es una de las razones fundamentales por la cual algunos vivimos en el pasado, devaluando enormemente la riqueza de las experiencias a las que somos expuestos en el presente, y haciéndonos olvidar de todo lo bueno que puede deparar el futuro.

No poder olvidar los fracasos del pasado.

Otro ejemplo común es cuando una meta que pensábamos que podíamos alcanzar no se nos da, haciendo que nos aferremos con fuerza al sentimiento de decepción que tal fracaso ocasionó.

Esto mantendrá muy por debajo de lo ideal o normal nuestro nivel de autoestima, al mismo tiempo que mantiene alto la inseguridad en probar cosas nuevas, oprimiendo así la calidad de vida.

Una forma de ilustrar este tipo de casos son los atletas que no logran conseguir el máximo puesto en una competencia para la cual se prepararon a través de sudor y lágrimas, siendo uno de los escenarios más grandes el de las competencias olímpicas.

Este tipo de preparación y competencia coincide mucho con la juventud de la persona, que es el momento en la vida del ser humano donde mejor puede establecer las bases de su atletismo y técnica, y donde, por lo general pero no siempre, alcanza el máximo nivel de desempeño físico necesario para volverse exitoso dentro de su deporte.

De esta forma no es extraño que existan atletas que rememoran melancólicamente sobre sus días de máximo desempeño y de haber cometido un error que les negó la posibilidad de haber conseguido el oro.

Con este tipo de retrospectiva respecto al pasado no podemos armarnos de herramientas que nos ayuden a triunfar en el futuro. Y como se mencionó antes, puede también volvernos inseguros a la hora de probar nuevas cosas, cuando entre ellas puede encontrarse la siguiente pasión que nos impulsará en el día a día, que incluso nos podría hacer conocer a personas muy importantes para nuestras vidas.

La verdadera cosa que se debe recordar no es el fracaso, sino la lección de aprender nuestros errores. No es una sorpresa para nadie escuchar a alguien decir que el ser humano es imperfecto, pero por esta misma imperfección nuestro ego se infla enormemente cuando somos buenos en algo u obtenemos resultados mejores que el resto del mundo, olvidándonos de que un error o un contratiempo siempre pueden estar esperándonos a la vuelta de la esquina.

En muchas formas, deberíamos más bien estar agradecidos de la naturaleza inevitable del error y del fracaso. Tal vez si viviéramos siempre triunfando y ganando la vida se volvería insoportablemente aburrida.

No tendríamos áreas que mejorar, no tendríamos nuevas disciplinas que aprender, no tendríamos mucha razón para esforzarnos al máximo.

Por eso es que el errar o fracasar siempre se debe verse como una oportunidad para elevarnos mucho más allá de lo que fuéramos sido elevados de haber ganado una competencia.

Nos elevamos a un nivel más profundo y mejoramos no solamente en una sola dimensión de nuestro ser, sino que las enseñanzas que internalizamos nos afectan en todas las áreas de nuestra vida.

El éxito y el fracaso van de la mano. Historias inspiradoras.

El presente fugitivo. Vivir en el pasado o en el futuro.

Hasta ahora hemos hablado de vivir con nostalgia, vivir aferrado a un evento que nos ha marcado, o una combinación de ambas, donde se retroalimentan y provocan mayor efecto emocional constante.

Pero no podemos concluir sin explorar una forma más profunda en la que terminamos en el pasado, incluso si es el pasado más inmediato posible, como el segundo que acaba de pasar ahora mismo.

Esto se debe a lo que algunos filósofos, como el estadounidense Ken Wilber, denomina presente fugitivo, a partir de distintas teorías psicológicas y distintas enseñanzas culturales y religiosas de todo el mundo, en especial del mundo oriental.

El ser humano siempre espera un futuro, ya sea por esperanza o por hábito, viviendo con expectativa y posible insatisfacción. Según los conocimientos recogidos por K. Wilber, este tipo de mentalidad hace que el presente en el que todos estamos, que se supone es el presente eterno, sea reducido a un presente pasajero, fugitivo, que sólo se logra apreciar por uno o dos segundos.

De esta forma algunos no buscamos el “ahora”, sino que queremos otro ahora, y otro, y otro. Terminamos viviendo en el mañana y todos las mañanas que le siguen. De manera muy irónica, el presente que buscamos se vuelve pasajero porque queremos que termine para poder pasar al siguiente día.

Aunque este enfoque filosófico-espiritual se concentre más en las personas que viven en tiempo futuro, lo que plantea sobre el tiempo presente, como pasajero o eterno, es también aplicable para personas que vivamos en el tiempo pasado.

Está naturaleza fugitiva del presente pasajero puede ser también una razón por la cual resulta difícil salir de un estado mental nostálgico, pues no encontramos forma de capturar adecuadamente el presente tal y cómo se debería.

Debido a la naturaleza espiritual de este planteamiento, lo que se recomienda es la práctica de la meditación y la lectura profunda de enseñanzas budistas y taoístas.

Vivir en el pasado. Conclusiones.

En conclusión, podemos decir que ver hacia el pasado no es necesariamente malo. Más bien, nos podemos encontrar con muchas cosas que no vimos antes y, una vez madurados mentalmente, sabemos apreciar muchísimo más.

Tal vez no estábamos conscientes de lo mucho que apreciábamos cuando nuestra madre nos traía café a la cama o planchaba la ropa, y ahora viviendo en solitario o con hijos, entendemos el valor que una acción caritativa como esa puede tener sobre alguien. 

Aquí la nostalgia (o saudade, o sehnsucht) está influenciando nuestro proceso emocional, pero para bien, porque nos ayuda apreciar con mayor vigor estos detalles que podemos aplicar en el presente y en el futuro.

De igual manera es que, si nos encontramos estancados en un recuerdo o un período de nuestras vidas donde abundaba más el amor o el desempeño atlético, debemos saber que estas experiencias no deben hacer de anclas que nos dificulten subir la montaña de la vida, sino que deben servir como enseñanzas, como escalones que nos ayuden a subir a lo más alto.

Existen, entonces, dos maneras en las que podemos decir que vivimos el presente, una superficial y una profunda.

La superficial siempre tendrá que lidiar con la fuga de ese presente, porque aunque decidamos no pensar en el pasado, y no preocuparnos por el futuro, la mente divaga sin que la podamos controlar, más sí obtendremos mayores beneficios de concentración. 

La manera profunda de vivir el presente es un tema de ámbito espiritual que no sólo es difícil de entender de la manera en que estamos acostumbrados a entender conceptos sobre la vida y la naturaleza, sino que idealmente ni siquiera debemos pensar que estamos en el presente.

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