Ser Responsable De Tus Actos


En general se nos enseña que ser responsable significa ser aplicado, hacer las cosas tal y como se nos son ordenan. Sin embargo, el ser responsable de nuestros propios actos implica otro tipo de posición respecto a nuestras acciones.

¿Qué es ser responsable de nuestros actos? Implica el saber admitir con toda transparencia la naturaleza de los actos que hemos cometido, tanto buenos como malos, en el segundo caso admitiendo que estuvimos equivocados y a partir de allí intentar no volver a fallar.

En la cultura general se suele hablar de la responsabilidad como un rasgo de personalidad de aquel que realiza todos los deberes como es debido, que llega a tiempo a reuniones planeadas, que hace exactamente lo que se le dice, etc.

Esto quiere decir que socialmente hablando la responsabilidad es mayormente vista como una ética de la persona para seguir indicaciones al pie de la letra y por ende es una característica que se busca enseñar constantemente desde la infancia.

Muchas veces se habla también de hacernos responsables por los actos cometidos por otras personas que estaban bajo nuestra jurisdicción.

Esto proviene a su vez de la persona responsable como seguidora de órdenes, que por extensión debe hacerse cargo de cualquier error cometido por alguien en un rango inferior a él.

Es decir, parte de este significado social de la responsabilidad tiene que ver con el liderazgo, siendo un elemento indispensable para cualquier líder de un grupo.

¿Pero qué es realmente la “responsabilidad”?

¿Cómo definir esta palabra si tiene una semántica tan amplia? Para fines de este artículo, podemos quedarnos con tres divisiones mayores del concepto: responsabilidad social, responsabilidad moral y, la más importante para nuestro tema, responsabilidad personal.

La responsabilidad social consiste en la labor que cada miembro de una sociedad realiza en favor de la prosperidad comunal. Una manifestación de este tipo de responsabilidad, enfatizada por casi todo sistema de gobierno en el mundo, es el pago de impuestos. 

En escalas más pequeñas, podemos encontrar comunidades auto-sustentables donde cada persona que la habita entrega su granito de arena para mantener el bienestar y el progreso de la comuna.

Una responsabilidad moral, que aunque ya está presente en la social/colectiva va acercándose más hacia la personal/individual, abre las puertas a toda clase de discusiones de ámbito filosófico, ético y judicial con niveles de complejidad genuinamente masivos, y se trata de una aplicación de la responsabilidad personal.

Filosóficamente se define la responsabilidad moral como un estado en el que una persona u organización merece una celebración, una culpa, una recompensa o un castigo debido a tanto una acción que se haya cometido como la ausencia de acción en un caso que lo ameritaba según nuestras obligaciones morales.

Mientras que judicialmente hablando, no siempre hay paralelismo entre las obligaciones morales y las legales, pues en este caso una persona sólo puede ser legalmente responsable cuando existe un sistema judicial que pueda penalizarlo por una acción según una ley.

Alejándonos un poco de las discusiones más complejas de este término, la responsabilidad personal puede ser definida de forma más simple.

En cierto sentido, se trata de una elección que realizamos conscientemente de que cualquier acción que hayamos realizado esté completamente bajo nuestra responsabilidad, en la medida que esto sea posible.

Una persona irresponsable en este caso sería una que trata de justificar ilógicamente cualquier acto erróneo que haya realizado. 

Una persona responsable admitirá haber cometido un error, si le es demostrado que tal acción causó consecuencias negativas de algún tipo, y lo máximo que hará en justificarla será una explicación racional de cuáles fueron las condiciones externas e internas que lo llevaron a realizar la acción, retroactivamente definida como un error. 

La persona responsable logra ver hacia dentro y entender cuáles fueron sus concepciones del mundo, o sus mecanismos de conducta, que lo llevaron a hacer un acto.

Hacernos responsables a través del compatibilismo.

Entre las actitudes que podemos tomar para cultivar un hábito de responsabilidad por nuestros propios actos, se encuentra el compatibilismo, que se trata de una creencia en la que convergen tanto el libre albedrío como el determinismo de manera mutuamente compatible, afirmándose que es posible creer en ambas ideas sin arriesgarnos a ser ilógicos o irracionales. 

Antes habrá que entonces distinguir entre ambas creencias, que se pueden ver como filosofías de vida.

Entendiendo el libre albedrío como la creencia en que tenemos la habilidad para elegir entre diferentes cursos de acción bajo nuestra propia voluntad en toda circunstancia.

Podemos contiguamente definir el determinismo, su concepto opuesto, como la creencia de que todos los eventos de la vida están determinados completamente por causas previas, afirmando que sólo un curso de acción y de eventos es posible, lo cual suele interpretarse como inconsistente con el libre albedrío.

El enfoque que declara ambos conceptos incompatibles se llama, sin mucha sorpresa, incompatibilismo.

Además de esta posición, también abarca otras aserciones, como la afirmación de que si incluso que el determinismo no fuera verdad, el libre albedrío continuaría siendo imposible.

Es en contraste a estas posiciones que está el compatibilismo, donde tanto el libre albedrío como el determinismo pueden coexistir.

De hecho, algunos estudiosos creen que el determinismo es un requisito necesario para la existencia del libre albedrío, argumentando que una decisión implica la preferencia de un curso de acción por encima de otro, lo cual requiere saber cómo esas decisiones resultarán.

Además, algunos compatibilistas discuten sobre la propia definición de libre albedrío, encontrado en este proceso continuo de debate diferentes tipos de consideraciones relevantes.

Los compatibilistas clásicos han considerado al libre albedrío como la libertad de acción, mientras que los compatibilistas contemporáneos la identifican como una capacidad psicológica, como lo es el direccionar nuestra conducta de una manera racional.

Y continúan habiendo distintas concepciones de libre albedrío, cada una con sus características e implicaciones específicas, pero todas compartiendo la conclusión de que la posibilidad del determinismo no es una amenaza para la posibilidad del libre albedrío.

Lo que nos aporta esta perspectiva filosófica en el aprendizaje para ser responsables, es que aunque algunas condiciones estén fuera de nuestro control (validando el concepto de determinismo), aun así poseemos una voluntad individual (validando el libre albedrío) la cual debemos utilizar para corregir los errores que hemos cometido sin querer o para reafirmar las acciones y posiciones que tomamos en primer lugar de manera preconsciente o inconsciente.

Tomar responsabilidad de nuestros actos a través del compatibilismo implica que aunque podamos admitir que nuestra ignorancia sacó partido de nosotros haciéndonos cometer un error con falta de conciencia, siempre podremos reflexionar sobre esto y mejorarnos a nosotros mismos.

Porque tenemos el libre albedrío, la libre voluntad para hacerlo. Esto requiere, por supuesto, una prístina conciencia donde abunden los valores humanos y el respeto por otros.

Si poseemos una conciencia tal, que podemos formar a partir de la auto-reflexión y el constante aprendizaje con humildad, entonces veremos que poseemos una suerte de deber de tomar responsabilidad por nuestros actos.

Dichos actos pueden ser positivos y no requerir ninguna corrección, recordando la frase “no repares lo que no está roto”.

Pero por otro lado, es completamente humano y normal que también existan muchas acciones negativas bajo nuestro nombre, en especial palabras y opiniones que hemos dicho sin ánimos de crítica constructiva. 

Con una conciencia limpia, un humilde deseo de aprender hasta nuestro último día, y entendiendo la coexistencia entre el determinismo y el libre albedrío, podemos tener el coraje de admitir con el rostro en alto nuestros errores, incluso explicarlos.

Pero sin llegar al uso de la muletilla de las excusas. Así, no dejaremos que nuestros errores nos definan, sino nuestra voluntad para corregirlos y crecer como personas.

Tipos de personas responsables.

Existen muchas formas en la que nuestra responsabilidad se puede manifestar. Una buena manera de identificarlas es co relacionándolas con los tipos de personalidad delineados y propuestos por el MBTI (“Indicador de Tipo de Briggs-Myers”, por sus siglas en inglés).

Esto se trata de un cuestionario de auto-reporte introspectivo donde la persona indica sus preferencias psicológicas en cómo percibe el mundo y cómo toma decisiones. 

La versión original fue creada por la pareja de madre e hija Katharine Cook Briggs e Isabel Briggs Myers, basándose en la teoría psicológica del psiquiatra suizo Carl Jung, uno de los mayores nombres dentro de la historia de la psicología.

Jung había teorizado que las personas experimentan el mundo usando cuatro funciones psicológicas, la sensación, la intuición, el sentimiento y el pensamiento.

De esta manera, el test de Briggs-Myers produjo 16 tipos diferentes de personalidad, de las cuales podremos tomar algunas para analizar cómo se expresa la responsabilidad que ejercemos sobre nuestros actos.

Esto nos ayudará a identificar nuestras tendencias de responsabilidad de acuerdo con la personalidad.

Cada tipo de personalidad es denominada según las siglas en inglés de sensación (S), intuición (I), sentimiento (F) y pensamiento (T), secuenciadas una tras otra de manera tal que indiquen cuál es el orden de importancia y uso que la persona da a estas funciones psicológicas.

El inspector (ISTJ): Son de aspecto serio, formal y apropiado y les gustan las tradiciones y valores de antaño que enfaticen la paciencia, el trabajo duro, el honor y la responsabilidad social y cultural.

Este tipo de personas nos recuerdan el tipo de responsabilidad hablado al principio, centrada en la sociedad en general, donde cada quien debe realizar su labor para con la comunidad efectivamente por el bien común.

El terapeuta (INFJ): Visionarios e idealistas con imaginación creativa e ideas brillantes, poseen pensamientos profundos sobre el mundo sin recurrir a la superficialidad mental.

Para estas personas tomar responsabilidad no es sólo un acto de moral sino también una reflexión sobre cuáles son las leyes lógicas que rigen nuestra conducta y ética.

La mente maestra (INTJ): Son introvertidos, callados y reservados. Se encargan de sí mismos y prefieren trabajar solos a trabajar en grupo.

Al igual que los terapeutas, este tipo de personas siempre cuestionan cuáles fueron los motivos que lo llevaron a tomar una decisión o realizar un acto por el cual deben hacerse responsables luego, al mismo tiempo que intentan además planear y observar cada movimiento que realizan para evitar la incertidumbre y desbalance de cometer errores.

El dador (ENFJ): Estas son personas extrovertidas, carismáticas, bulliciosas, amistosas y habladoras. Suelen seguir más al sentimiento y a la intuición que al razonamiento cuidadoso, y suelen pensar sobre todas las posibilidades del futuro de manera natural.

Para estas personas pueden resultar un poco más dificultoso hacerse responsables de algo, pues su reacción primario será la emocional, más esto no significa que no tenga la inteligencia necesaria para entender lo que han hecho y admitirlo una vez realizan el error cometido sin problemas.

El proveedor (ESFJ): Son personas que sienten una gran necesidad de socializar y hablar, además de entretener y hacer feliz a las personas que los rodean, brillando cuando el foco de atención cae sobre ellos, aunque no quiera decir que sean egocéntricos.

Suelen ser aquellos que organizan las fiestas y los eventos comunales. Estas personas también pueden reaccionar emocionalmente ante la idea de haberse equivocado, pero asimismo siempre estarán felices de hacer lo correcto y tomar responsabilidad por algo que hayan hecho, en especial si puede ser algo que perjudique a otros.

Puedes encontrar muchas páginas donde realizar tú mismo el test de Myers-Briggs y descubrir, según la teoría utilizada, cuál es tu tipo de personalidad.

Sé responsable de tus actos.

En conjunto con esto puedes entonces determinar o corroborar cuáles son tus fortalezas y debilidades a la hora de asumir responsabilidad, así como tus creencias respecto a qué lógica rige las acciones y las responsabilidades de las personas.

Más allá de que nuestras creencias se inclinen al libre albedrío, al determinismo, al compatibilismo, y otros, o que nuestras reacciones instantáneas ante el deber de la responsabilidad sean racionales o emocionales.

Lo cierto es que cultivar el hábito de hacernos responsables por nuestros actos es un valor de extrema importancia para todo aquel que desee mejorar como persona todos los días.

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Ricardo

Hola! Mi nombre es Ricardo y soy autor del blog Expande Tu Mente. Me gusta escribir y compartir ideas que pueden tener un impacto positivo en la vida de las personas.

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