La Ley De La Reciprocidad En La Vida


Dar y recibir. De eso se trata la reciprocidad. Es común pensar que esto es una cuestión de buenos valores que nos hacen quedar bien, pero la verdad es que se trata de una de las leyes sociales que rigen una comunidad.

Pero, ¿Qué es la ley de la reciprocidad? ¿Cómo la aplicó en mi vida? La ley de reciprocidad es un concepto de psicología social que simplemente establece que siempre que hagamos algo bueno por una persona, está persona se sentirá motivada a hacer lo mismo por nosotros.

Debido a los beneficios que da, conocer está ley, es usualmente aplicada en el mundo de los negocios, donde es de gran importancia crear contactos. Pero también puede ser aplicada a la vida cotidiana, en todo tipo de relaciones, incluso existe la ley de la reciprocidad en el amor. Después de todo, algunos podríamos decir que es cierto que aquello que hacemos se nos devuelve.

En este artículo descubrirás el secreto que nadie te cuenta sobre la ley de la reciprocidad y cómo se relaciona en todos los ámbitos de la vida:

  • La ley de la reciprocidad en la vida.
  • Lo que dice la biblia sobre la ley de la reciprocidad.
  • Lo que dicen las religiones de la ley de reciprocidad.
  • La ley de la reciprocidad desde el punto de vista de psicología social.
  • La ley de la reciprocidad en los negocios.
  • La ley de la reciprocidad como cimiento en el desarrollo de la humanidad.

Aprenderás que la ley de la reciprocidad es universal, entenderás su importancia y verás cómo puedes sacar el máximo provecho de ella en todos los ámbitos de tu vida.

La reciprocidad en la civilización humana. La regla de oro.

Desde tiempos bíblicos, la ley de la reciprocidad ha sido sugerida cómo parte de los principios básicos de una buena vida, ganando incluso el nombre en tiempos modernos de “la regla de oro”. 

El ejemplo más famoso (más no el más antiguo) de la susodicha regla de oro sin lugar dudas lo encontramos en el Nuevo Testamento, específicamente en Mateo 7:12, que declara:

Así que en todo, traten vosotros a los demás tal y como quieren que ellos os traten a ustedes.

Aún sin mantener creencias religiosas, es innegable la calidad didáctica de este versículo de la Biblia. De hecho, ha sido tan relevante para el pensamiento moral cristiano, que existen otros distintos pasajes donde se hace eco de esta idea, como en Lucas 6:31

Y como deseáis que los otros hombres os traten, así mismo los trataréis.

En Eclesiástico 31:15

Reconoced que vuestro prójimo se siente como vosotros, y ten en mente lo que no os gusta.

En Tobías 4:15

No hagáis a nadie aquello que os disgusta.

En mi opinión, la versión más elocuentemente expresada de la ley de reciprocidad, o regla de oro, en las escrituras bíblicas, la encontramos en el Nuevo Testamento, Gálatas 5:14, donde dice:

Pues toda la Ley es cumplida una sola oración, y es ésta; Deberás amar a vuestro prójimo como a vosotros mismos.

La razón por la cual elijo este pasaje como el más elocuente en torno a la idea de reciprocidad es que menciona el verbo “amar”, el cual ayuda a saltar todos los intentos lingüísticos y semánticos que obstaculizan el mensaje de la reciprocidad.

Si amamos a nuestro prójimo, tal y como nosotros nos amamos, o tal y como nosotros queremos ser amados, entonces ¿por qué le habríamos de hacer daño? ¿Por qué le habríamos de tratar a las demás personas de una forma que no sea la más generosa posible?.

La ley de la reciprocidad en las religiones.

También es importante que no olvidemos que esta ley moral no sólo se encuentra en el cristianismo, sino además en el judaísmo y el Islam, lo cual nos da a entender que se trata de una antigua norma esparcida en el Medio Oriente para ser considerada a la hora de buscar vivir la mejor vida posible.

¿Son entonces las religiones brahmánicas la única fuente de la reciprocidad?

No, para nada. En el mundo oriental encontramos al filósofo chino Confucio, quien podríamos fácilmente considerar el padre de las normativas y cultura orientales, desde China a Japón, Corea y demás países influenciados por su pensamiento.

En el confucianismo, se encuentra la idea de la reciprocidad encapsulado como:

Aquello que no os desees para ti, no os desees para con otros.

Un pasaje en las Analectas. Este principio moral se expande dentro de la misma serie de charlas nuevamente, en un diálogo donde el discípulo pregunta:

“¿Existe una palabra única que pueda guiarlo a uno a través de la vida?” – la respuesta de su maestro siendo: “¿Qué tal la reciprocidad? ¿Nunca imponer sobre otros lo que no elegirías para ti mismo?”.

La universalidad de la ley de la reciprocidad.

No solamente nos afirma que podemos encontrar en cualquier antigua civilización humana declaraciones que avalan la importancia de tratar bien a los demás en base a la empatía, sino que en este caso, se expresa como una regla tan importante, que podría ser la única palabra (reciprocidad) necesaria para guiarnos en la vida, si fuera pertinente claro el elegir una sola palabra.

Demás ejemplos se pueden conseguir de la misma forma en la antigüedad de diversas civilizaciones humanas donde existieran esfuerzos de guiar a las personas para una vida completa y mejor, ya sea en Egipto, la India, Grecia, Roma, etc.

La reciprocidad en la psicología social. El cómo.

Aunque la reciprocidad ha sido enseñada a través de siglos en distintas culturas del mundo, no se podría verificar la veracidad de sus beneficios, a menos que fuese estudiada dentro de los campos de la psicología, antropología y sociología.

Dentro de la psicología podemos encontrar la sub-disciplina de la psicología social, y dentro de los marcos investigativos y teóricos de ésta es que se puede ver cómo funciona la reciprocidad en el contexto social humano.

La forma en que la reciprocidad hace efecto en las interacciones humanas (el cómo de la reciprocidad) yace en la capacidad que una buena acción tiene en motivar emociones de “deber” en la persona.

Al realizar un favor por una persona, ésta asume, consciente o inconscientemente, una sensación de deber la cual querrá satisfacer, y esto suele ocurrir independientemente de que el favor haya sido solicitado o no, o de la relación que tenga la persona que recibe el favor con la que lo da, es decir, independientemente de si le cae bien o mal.

En un experimento realizado para la Revista de Psicología Experimental Social, donde un investigador le daría a un sujeto, sin habérselo pedido, una bebida.

Luego de esto, el investigador le pedía a los sujetos el favor de comprarle boletos de rifa. De esta manera, los participantes se sentían en la obligación de comprar los boletos debido al favor previo de las bebidas. Además, si al participante le caía bien el investigador, entonces las probabilidades de pagarle el favor eran aún mayores.

Una característica que también es revelada en los resultados de este experimento es que la persona que recibe el favor siente la necesidad de recibirlo, ya sea por educación o por la buena naturaleza del acto.

Desde ese momento, la persona queda con la sensación de deber, y la probabilidad de hacer algo bueno por el otro nacerá o incrementará.

Ley de la reciprocidad en los negocios.

En situaciones donde existe competitividad, como es en el caso de los negocios, se observa una mayor tendencia a la reciprocidad, tanto positiva como negativa.

Esto quiere decir que en contextos como éstos, donde hay competencia y contratos abiertos, la reciprocidad suele estar más presente que el interés individual.

De esa forma, el favor que un vendedor le haga a un comprador, como en el caso de darle algún producto gratis, suele ser pagado por el comprador de alguna manera, ya sea con intéreses o mediante la otorgación de otro producto a cambio para el vendedor.

En un ejemplo más cotidiano, si una persona le hace un favor desinteresado a otra cuidando su perro, la otra persona eventualmente responderá con tal vez un regalo pequeño. Aquí lo importante es que haya un paralelismo entre el favor recibido y el favor entregado en respuesta. Un caso anómalo sería que la persona responda al favor regalando un auto.

De vuelta a un contexto mayormente de negocios, también es posible aplicar la ley de reciprocidad de maneras más sutiles, como disminuir el precio inicial de un producto durante un negocio.

Esto se trata de un favor que puede hacer que el comprador se vea en la obligación de no solo aprovechar tal oportunidad, sino también de responder al acto de generosidad del vendedor.

Este tipo de reciprocidad funciona de dos formas.

Por un lado, el comprador se siente presionado para actuar en pro de la reciprocidad, independientemente de la impresión que tenga sobre el vendedor, pero más inclinado si además le parece agradable.

Por otro lado, el vendedor se siente confiado en realizar tal oferta porque sabe que elevará la posibilidad de un acto recíproco a cambio, evitando así pérdidas o gastos indeseados.

La reciprocidad en el desarrollo humano. El porqué.

Si hablamos de porqué es que funciona la reciprocidad, debemos alejarnos del contexto de civilización moderna y enfocarnos en la evolución de la especie humana.

Como explicación biológica y evolutiva, la reciprocidad se puede ver como un mecanismo de adaptación. Una herramienta que haya ayudado a los ancestros del ser humano a sobrevivir y continuar reproduciéndose para transmitir sus genes a las generaciones futuras, hasta el punto en que se desarrolla el ser humano de hoy en día.

Según esta perspectiva, es la misma naturaleza humana la que funciona como fuente de un mecanismo tal como la reciprocidad.

Se ha teorizado que una clave esencial en la supervivencia prehistórica de la raza humana ha sido el aprender a compartir bienes y servicios, que a la vez iban dando forma a una red de obligaciones compartidas por la comunidad de menor a mayor nivel.

Así es como se puede definir la necesidad o deber del ser humano a pagar favores como un aspecto específico de la raza, aceptada por investigadores de la antropología cultural como una red de endeudamiento en uso como mecanismo adaptativo para la supervivencia.

La tradición humana presente en toda civilización de dividir el trabajo equitativamente se puede interpretar como un efecto de esta red de reciprocidad.

Uno de los ejemplos más universales es el de asignar la búsqueda de comida y caza de animales al género masculino, y la preparación de comida y cuidado de crías al género femenino.

A su vez, esta división de obligaciones, y mutuo compartir de servicios, va dando forma a la propia anatomía de la raza humana, al mismo tiempo que la propia reciprocidad es determinada de acuerdo a las habilidades que se pueden encontrar individualmente en cada miembro de la especie humana, realizándose así una repartición de genes acorde.

Esto responde al porqué de la ley de reciprocidad. Resulta que su origen va mucho más allá de las religiones y enseñanzas antiguas mencionadas, pues forma parte del propio desarrollo primordial del ser humano, por no decir que es el centro de ella y la razón por la cual ha perdurado a través de tantos milenios. 

A través de la regla de reciprocidad, se han ido moldeando sistemas más y más sofisticados para la ayuda e intercambio entre humanos, ¡hasta el punto en que continuamos viviendo a partir de esta regla de oro aún sin darnos cuenta realmente!

¿Reciprocidad o altruismo?

A pesar de que podríamos estar hablando un caso de palabras sinónimas, resulta interesante el intentar concluir nuestra exploración de la ley de reciprocidad buscando qué lazo de similitud tiene con el concepto de altruismo, y determinar además cuál de las dos debería ser la ley que influya en nuestras vidas.

La diferencia esencial entre la ley de la reciprocidad y el altruismo es que en la primera se espera un efecto positivo por una causa positiva. En el caso del altruismo, idealmente no se espera que exista efecto positivo alguno, de hecho, no se espera ningún tipo de beneficio más allá del que reciba la persona ajena.

El altruismo entra en el campo de la moralidad, y se queda únicamente allí, mientras que la ley de reciprocidad consiste en un patrón de conducta humano que podemos ver no solo desde un punto moral sino también desde uno evolutivo, científico, psicológico, etc.

Para ejemplificar esto, podemos leer la propuesta del filósofo James Fieser, que dice que el altruismo es “una acción moralmente correcta si las consecuencias de dicha acción son más favorables que desfavorables para cualquier persona excepto el agente”.

Cuando se habla de agente en este contexto, obviamente se refiere a la persona ejecutando el acto caritativo. Dentro del concepto del altruismo, no existe valor en una respuesta de igual bondad para la persona que realizó el primer favor.

El altruismo termina siendo una posición filosófica completamente desinteresada. La ley de reciprocidad, por otra parte, queda como una herramienta social que ayuda al ser humano a ayudarse mutuamente con igualdad de favores.

Sin embargo, no debemos olvidar que son conceptos muy parecidos, y que como mostramos en párrafos anteriores, la reciprocidad ha sido por mucho tiempo enseñada como un principio moral que se debe recordar para el buen vivir.

En cierto sentido, podemos concluir que la reciprocidad es lo que le da sentido al altruismo, ya que con solo ponernos en los zapatos del otro, entendemos la importancia de realizar favores desinteresadamente. Que esto haga al mundo un lugar mejor es una excelente consecuencia.

Así, hemos de ver que la ley de la reciprocidad es una constante en la vida humana, que podemos utilizar para sacarle el mayor provecho a situaciones donde creamos necesitar ayuda en el futuro, y que nos enseña que hacer el bien, ya sea de manera consciente o inconscientemente, siempre dará frutos. 

Asimismo, hemos de recordar y considerar con la mayor responsabilidad posible, que el desinterés y la empatía son lo que hace a un acto bondadoso real.

Como lo decían antiguos sabios, debemos hacer por otros lo que nos gustaría que nos hicieran. Esto no solo debe tratar de querer recibir a futuro, ¡para nada! Se debe tratar, primera y principalmente, de sentir un genuino placer en ver a otros ser felices, sabiendo que hemos elegido aportar un grano de arena para ello, y que si el favor no es retornado a nosotros, llegará sin embargo a otra persona. 

Siguiendo este patrón de actos de bondad, la sociedad humana continuará mejorando, y ese es el mejor efecto que podemos esperar del favor que hemos otorgado.

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Ricardo

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