¿Es Más importante amar o ser amado? Lo Que Nadie Te Cuenta

Siempre solemos pedir cosas a cambio. Esto no excluye al amor. Un problema común en las relaciones, tanto noviazgos como matrimonios, es que uno de los amantes sienta que está dando más de lo que el otro le da. Esto lleva obviamente a frustración y a rompimientos dolorosos.

El amor es complicado. Si esperamos algo a cambio del acto de amar, eso le quita la honestidad al mismo acto, pero tampoco es ideal el no ser amado de vuelta. 

¿Cuál es, entonces, la mejor posición que tomar en este dilema? Para determinar un amor entre dos personas como verdaderamente correspondido, es necesario que ambas personas se aprecien con el mismo nivel de intensidad. Esto es algo que sólo será revelado por el tiempo y los obstáculos a los que la pareja se enfrente.

Resulta ser una pregunta complicada con una respuesta tal vez más complicada aún, pero no debemos exasperarnos por ello. 

Amar o ser amado. El factor tiempo en una relación.

Una relación de amor entre dos personas debe de pasar por muchísimas etapas a medida que pase el tiempo, desde meses, años, o décadas. Esto no es nada novedoso. Pero sí es cierto que puedo tomar desprovistamente a personas jóvenes sin mucho conocimiento o premeditación respecto a la experiencia de una relación amorosa.

Si ambas partes de una pareja se dejan llevar demasiado por la “etapa de luna de miel” de su relación (lo cual, en realidad, es algo inevitable), se lanzarán al aire muchas expresiones que prometan un amor eterno, un amor que vaya mucho más allá de la carne, donde la edad no importará, que no sufrirá de erosión a través de los años.

La etapa de luna de miel es una fase completamente natural y saludable. A través de esta etapa, la pareja consolida muchas de las bases de su relación, de su atracción mutua tanto emocional como física.

Lamentablemente, al ser inevitable (e indeseable) verse embelesado por la primera experiencia de un amor verdadero y perdurable, la perspectiva de ambas personas se ve terriblemente nublada por todo tipo de revueltas neuroquímicas, enceguecidas por el placer insoportable de una relación. 

Esto es completamente humano, y debe ser apreciado, no criticado con pretensión. Pero lo cierto es que eventualmente la pareja de enamorados tendrá que enfrentarse a muchas etapas, cada una con su conjunto particular de desafíos y obstáculos, muchos inesperados, impensables y únicos a su relación en particular.

Allí es donde las bases establecidas durante la etapa de luna de miel no son suficientes, y es necesario establecer otras nuevas bases a la edificación que han ido construyendo entre ambos.

No debería ser impresionante que dos personas no sean capaces de conocerse al cien por ciento en un rango de tiempo de uno o dos años. Sin embargo, puede que tomen la decisión de comprometerse tempranamente de todas formas.

Esto no significa para nada que su relación esté destinada al fracaso, sólo significa que la etapa de conocimiento profundo ha sido pospuesta, más no evitada para siempre.

¿Cuál sería este conocimiento profundo? Se trata de un conocimiento mutuo, que no puede acelerarse. Nace, progresa gradual y naturalmente.

Es por esto que el factor tiempo es una constante que no debe pasarse desapercibida en una relación. Aunque la pareja se sienta completamente segura de que se conocen perfectamente tras unos meses, semanas o incluso días (algo inclusive admirable), siempre habrá más capas que se irán revelando en una persona.

Debemos recordar que un ser humano, como individuo biológico, emocional, psicológico, social y cultural, nunca será simple de definir en fórmulas específicas o en descripciones breves.

Incluso si tu personalidad e historia de vida fuera a ser escrita por la pluma de un autor célebre como Miguel de Cervantes o James Joyce, quedarían dejados por fuera una infinidad de detalles, variables, nebulosas y demás acerca de ti, que te conforman como ser individual, que resultan indetectables para la mente de otros humanos.

Aunque una persona no sea especial, siempre será única entre todas las demás personas que existen, han existido y existirán, púes no solo es un producto de su genética y de su ambiente, sino que todavía ningún psicólogo, neurólogo o filósofo ha podido capturar el factor único que prevalece en cada persona.

Además de las dimensiones ya inherentes en una persona, con las que nació o que se fueron formando antes de conocer a su pareja, hay que tomar en cuenta también que un ser humano siempre se encuentra en constante proceso de transformación, de evolución.

El cerebro continúa desarrollándose a través de plasticidad neuronal, y los años que se le suman a la vida de una persona van moldeando la perspectiva que ésta tiene sobre la vida, su cosmovisión.

Por ende, a la hora de evaluar si ambas partes de una relación están entregando el mismo esmero por el otro, pueden encontrarse con desafíos en los que alguno de ellos ha cambiado, ya sea a un nivel profundamente interno o a un nivel externo en el sentido de no expresar suficientemente sus sentimientos.

Esto provocaría la frustración de quien sí externalice sus emociones y exprese su amor, y se encontrará con la dificultad de amar sin ser amado con la misma intensidad.

Existen muchísimas perspectivas, terapias y opiniones acerca de la evolución por la que pasa una relación de pareja.

Dar una respuesta general sería algo en mayor parte irresponsable, pues estamos tratando con tres niveles de individualidad: las características únicas de una persona, las características únicas de otra, y las características únicas de su relación particular.

Una de las mejores herramientas para enfrentarse a situaciones de tiempo es la paciencia. Ambas personas deben ser pacientes mutuamente y para consigo mismas. No olvidemos que es igualmente difícil conocerse a uno mismo lo suficientemente bien, siendo algo que también requiere trabajo, y la ayuda de una pareja nunca vendría mal para tal aprendizaje. 

Afrontar el factor tiempo con el factor paciencia es una buena estrategia inicial para continuar construyendo en conjunto una relación que perdure.

Sentir que das más de lo que recibes. La química del amor.

¿Existe un lado científicamente explorable en el amor? Hasta cierto punto, sí.

En el estudio de la biología se determinan tres elementos motivantes en el amor, junto con procesos neuroquímicos que abarcan los neurotransmisores y las hormonas.

Estos tres elementos son la preferencia de pareja, el aferramiento y la libido, o atracción sexual. Entre los químicos que actúan en el sistema nervioso de las personas enamoradas están la testosterona, la dopamina y la oxitocina.

Desde un punto de vista evolutivo, se teoriza que el amor ha funcionado como herramienta de supervivencia para la raza humana. Por un lado, los bebés dependen totalmente del auxilio de sus padres por un período bastante largo relativo a otras especies de animales.

El amor ha funcionado así para motivar el mecanismo de ayuda parental hacia las crías para asegurar la supervivencia de genes para la próxima generación. 

De esta misma forma, el desarrollo del amor ha sido un factor influyente en la constitución y bienestar de las sociedades humanas, además de la prevalencia de la monogamía como mecanismo para evitar el esparcimiento de enfermedades sexuales.

Esto sirve como base esencial para comprender la relación compleja entre dos seres humanos enlazados por el amor.

El proceso de creación de un lazo entre dos seres es un fenómeno de la naturaleza que ha sido observado tanto en aves cómo en primates, lo cual nos acerca a la razón de la monogamía en la mayoría de la cultura humana. Los primates, por ejemplo, típicamente tienen relaciones de larga duración que se forman para conformar grupos sociales igualmente duraderos.

Los humanos pueden experimentar distintas variedades de enlazamiento. En el caso de relaciones amorosas, el lazo es de naturaleza fisiológica debido al componente de atracción sexual. A partir de esto, culturalmente se instauró como tradición el matrimonio como emblema del compromiso de amor entre ambas partes.

Lo que nos revela esto es que el intercambio de amor entre dos personas viene dado de manera evolutiva-genética (determinada por todo un proceso de generaciones previas de la raza humana) y también de manera cultural, a través de la institución del matrimonio en diversas religiones y sociedades.

El matrimonio establece una sensación de deber, tanto íntimo como social, de retornar el amor de la otra persona debidamente por una cantidad ideal de tiempo infinita.

Posiblemente, una de las personas en un matrimonio siente que da más amor que el que recibe, pero debido al voto de matrimonio y a una filosofía de vida en específico, decide que aún así se mantendrá constante en su entrega a la relación, sin importar lo que reciba.

Esto puede resultar peligroso para su salud emocional, pero también puede tener un alto valor espiritual de abnegación.

Siendo el bienestar emocional algo importante, e idealmente de preocupación mutua en una pareja, la mejor forma de empezar a resolver el desafío de un desnivel de amor es que exista el diálogo, la conversación íntima, el intercambio de ideas, pensamientos, emociones.

La relación de pareja no puede escaparse de dificultades si se pretende llegar lejos, y estas dificultades sólo pueden ser resueltas en equipo.

Para cerrar, es importante recordar que el “amor” es un concepto increíblemente difícil de medir. Es decir, no lo podemos cuantificar realmente, debido a su existencia tan arraigada al mundo interno de las personas, y cuya manifestación a través de palabras o acciones varía de individuo a individuo.

Al final del día, la correspondencia del amor que uno entrega y recibe es percibida de manera subjetiva, y el primer paso para intentar que ambas perspectivas respecto al amor puedan coincidir lo más posible es la constante conversación y expresión de sentimientos, aspiraciones y miedos.

No solo se construye una confianza cada vez más fuerte a través de esto, sino que también refuerza la compenetración de una pareja, asegurándose así de que el intercambio de amor, del amor y del ser amado, sea en ambas partes infinita.

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